Sin planearlo mucho, nos reunimos en la Casa Terrones. Permanentemente ocupado, al llegar lo encuentro terminando de atender a una clienta. Está apurado, pues acordamos ir a la Ibero en cuanto llegara a la cita, sin embargo, aún tiene cosas que hacer. Lo espero.
Parece distante en un principio. Nada más alejado de la realidad; Héctor es bastante extrovertido, su voz es fuerte y su plática desenfadada. Físicamente, es alto y barbudo. Me pide que espere en la sala y me presta algunos de sus libros de moda para que los lea mientras él acaba. — ¿Ya viste el de Mugler? — dice — mi trabajo solo ha tenido tres influencias, él es una. Cuando lo tuve enfrente para que me lo firmara no supe qué decir —. No lo ubico en su biblioteca. En cambio, hojeo el catálogo de la última exposición del MET "Heavenly Bodies: Fashion and the Catholic Imagination". Son cuatro volúmenes. — ¡Oye, ven! — escucho desde la cocina. Voy. Ya no me dio tiempo de revisar el de Mugler.
En la mesa, me esperan un bistec y un vaso grande de té verde. Los tres comemos juntos. Aún no he mencionado a Anayeli; es su diseñadora y nos ha acompañado todo el rato. Su carácter es agradable y se habla con bastante familiaridad con Héctor. No sé desde cuando se conozcan, parecer ser de mucho tiempo atrás. —Así es mi español, ¿eh? — me advierte el diseñador — prueba la flor de calabaza, es la mejor que vas a comer en tu vida... yo cocino como diseño—. Todo está muy bueno, debo admitir. Terminamos. Héctor sale disparado a cambiarse y poco después llega el Uber que nos llevará a la universidad.
El plan es el siguiente, según yo: lo entrevisto, vamos a su conferencia y después regresamos a su casa.
— Nos esperan en la puerta 10 — instruye al chófer — debe ir después de la 9; si es grande, si es chica, si es roja, si es azul, si es amarilla, no lo sé. Nos esperan en la 10 —. Le pregunto si quiere que lo entreviste de camino a la universidad, responde que no. — ¿Para qué? Ahí voy a hablar de mi vida y es de lo que me vas a preguntar tú. Mejor me ahorro saliva y me preguntas sobre lo que tengas dudas ahí mismo: Héctor Terrones es vivencial —. Aún así le hago preguntas en el camino de forma discreta; no quiero que note que, a fin de cuentas, todo es entrevista. Fallo miserablemente. Lo dicho en el trayecto queda como una plática entre amigos.
Me sorprende la cantidad de mensajes que manda y recibe: notas de voz, llamadas, pedidos, memes; Terrones no deja de trabajar nunca. Llama a su sobrina Joss Terrones, que es quien lo citó en la Ibero para que le dé una plática a las estudiantes de Diseño de Indumentaria y Moda en su clase de Textiles. Bromean, se gritan, se ponen de acuerdo y Héctor le pide un café; en el camino le irá llamando varias veces.
Por fin llegamos. Era la puerta 12, no la 10. Da igual, ya estamos ahí. Joss es menuda, rubia, guapa. Caminamos de prisa hacia el salón con las maletas cargadas de vestidos y corsés para mostrarlos en la clase. Nos reciben. Hay pocas alumnas y tardamos en instalarnos. Héctor me presenta con varias personas y me pide que les hable de mis proyectos, lo cual agradezco. Traen maniquíes y ayudo a una chica a vestir uno; está bastante nerviosa. Por alguna razón, todos lo estamos, pero no queremos demostrarlo. Se corre la voz y vemos cómo se va llenando el recinto. Empieza la presentación.
Me he tomado la libertad de retomar algunas preguntas que hicieron las alumnas en lo que, en aras de ser una ponencia, terminó siendo una suerte de rueda de prensa.
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