Es complicado hablar de él, definitivamente controversial, cada que su nombre sale a colación surge un ligero quejido "mmm... Mafud" y algún comentario, a veces desfavorable, otras veces flores, la mayoría omite sus respuestas.
Lo conocí en la gala del Fashion Group; en cuanto lo reconocí me le acerqué con pretexto de tomarle una foto, pero todo era plan con maña para invitarlo a PERFILES.
Se podría decir que es un diseñador canónico, casi todos los diseñadores mexicanos que salen al extranjero terminan presentando cosas que recuerdan a él y cada que se habla de moda mexicana, si no es el primero al que mencionan, al menos tiene que aparecer en la conversación, ya sea como defensor de nuestras raíces o como mal ejemplo, siempre está ahí.
Oaxaqueño, se le da bien eso de los colores y las tramas, es conocedor de las artesanías del país y lo demuestra, a veces con estampados de talavera poblana, o con bordados huicholes o istmeños. No es difícil encontrar detractores de su obra, a muchos les parece pesado tanto color y algunos, más "filosóficos", reniegan de él categóricamente con argumentos muy a lo "Alta traición" de José Emilio Pacheco, no obstante, es más fácil aún encontrar fans suyos que lo defiendan a capa y espada.
De mirada dura y muy pocas palabras, Armando es un hombre difícil de impresionar, recientemente se ha dejado la barba y eso le suaviza un poco el semblante.
En esa misma gala rifaron unos ejemplares de su libro "Por Siempre México", una retrospectiva de su carrera comentada por doce escritoras, del cual me gané una copia. Cuando aproveché para que me lo dedicara y confirmar la entrevista no me pareció tan terrible como dicen que es. Es educado, pero no es encantador.
Pareciera incluso que no le gusta mucho la prensa, es cuestión de ver sus entrevistas, hay una que me da risa, es en Alemania, solo dura cinco minutos y el traductor tiene cara de preocupado todo el tiempo. No lo culpo, a mí tampoco me caen bien los periodistas.
Fue un tanto accidentado coordinar el encuentro, por alguna u otra razón no nos vimos hasta tres semanas después, sin embargo, hubo lugar y fecha.
Nos quedamos de ver en su domicilio al sur de la ciudad a las diez de la mañana, me atoré en un embotellamiento en el Periférico y me vi obligado a llamarle para avisar que llegaría tarde, me respondió diciendo que no había problema, pues no estaba en casa.
Finalmente llegué a su hogar, por fuera es discreto, incluso parece pequeño, pero una vez adentro uno se percata de que es un lugar bastante grande, de paredes blancas y escaleras altas.
Me recibió una señora muy amable, una vez le hube confirmado que sí, que yo era Carlos, me pidió que fuera a la sala a esperarlo, —¡¿por qué tan serio?!— me grita otra mujer más grande desde la escalera. Me río.
La primera me pasa una revista en la que Mafud es portada, —léala jóven—, dice, es una publicación norteña de sociales en las que los retratados solo aparecen con su nombre de pila.
La sala es amplia, ordenada y está decorada con figuras religiosas, pinturas, plantas grandes en macetas adornadas, un espacio elegante de piso de madera, atrás de mí hay un patio amplio y vacío, me recuerda a la casa de Chiapas de Luis Barragán.
Es un lugar silencioso, queda cerca de la avenida pero parece un mundo aparte, solo si estás atento se llega a oír un claxon, o muy lejano, el murmullo de la ciudad. Me aburro. Empiezo a revisar los libros que hay en la mesa, uno es de antigüedades de Egipto, Macedonia y Grecia, son fotos y es pesado, el otro es "Por Siempre México", me lo sé de memoria, no tiene caso revisarlo.
Me levanto para ver los cuadros de la casa, tiene buen gusto, las pinturas son preciosas y tuvo a bien elegir una abstracción como la decoración más grande, estoy malacostumbrado al museo, busco una cédula que me diga datos del autor pero no la encuentro, veo la firma, no conozco al pintor.
Llevo ya veinte minutos, para matar el tiempo reescribo mis preguntas y empiezo a contar cosas: cuanta gente hay en la casa, llego a seis, todos parecen trabajar para él; cuántas pinturas hay en donde estoy, eran nueve, creo; en mi fisgonería me doy cuenta de lo limpia que está la casa, muy limpia, ni siquiera hay polvo, veo al techo esperando encontrar aunque sea una araña que haya salido de las plantas que tiene, veo el revistero, no hay nada que me interese, volteo al segundo piso intentando adivinar qué pasa arriba, ¿a dónde se fueron las mujeres que me recibieron?, ¿qué habría pasado si hubiera llegado más tarde?
Salgo de mi trance cuando oigo que se abre la puerta, sonidos de carro y de inmediato la voz de Mafud. Habla fuerte, pero no grita, da unas órdenes y empieza a sonar actividad en la casa, no entiendo nada de lo que está diciendo. Tarda un rato en subir, se ve algo apurado, lo saludo de mano y me pregunta si le tomaré fotos al ver la cámara, digo que sí, me pide que lo espere, se irá a cambiar. Unos minutos después, una mujer me pide que la acompañe a la oficina, ahí se llevará a cabo la entrevista.
La oficina está menos ordenada que el resto de la casa, en lo que espero a que Mafud entre la reviso, hay algunos accesorios de su marca, pinturas, libros, unos DVD y un VHS que me llama la atención "Desfile en Bellas Artes 1998", me pregunto por qué no estará en YouTube.
Finalmente, Mafud entra acompañado por un hombre, se le ve de buenas y más bromista que cuando lo conocí, tomamos asiento y le explico de qué irá la entrevista y qué es PERFILES. Escucha atento pero no se ve muy interesado. Intento establecer rapport, llegarle por algún lado, no hacemos click, la entrevista transcurre lenta.
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